miércoles, 4 de marzo de 2015

Las miserias del capitalismo salvaje y las falacias del PP



Hace años, cuando la crisis empezaba a desmoronarlo todo, muchos se preguntaban a qué llevaría y quién, o quiénes, podían estar detrás de lo que entonces se percibía como una locura sin responsables. Mas el tiempo dejó al descubierto quienes movieron los hilos para que se produjese la crisis y qué perseguían con ella. En este país el proceso de eliminación de derechos laborales y sociales alcanzó cotas brutales con el gobierno del PP. Es lo que buscaban oligarcas, especuladores y corruptos; desmantelar la economía para poder explotar a los trabajadores hasta los extremos en que lo están actualmente.

A raíz de la crisis se impuso un capitalismo salvaje en todo el mundo. Aunque la crisis se comenzó a gestar a raíz de la caída del Muro de Berlín, la unificación de Alemania y la desaparición de la Unión Soviética. El capitalismo se vio libre de coacciones y con las manos libres, sin el temor a que los trabajadores decidieran unirse contra los explotadores, siguiendo el ejemplo de la revolución rusa. Para mantener contento al proletariado la socialdemocracia inventó los Estados del Bienestar. Mas cuando desapareció el ‘coco’ del comunismo Margaret Thatcher y Ronald Reagan emprendieron un camino de eliminación de los Estados del Bienestar que culminó con la gestión de la actual crisis, que ahora nos dice el gobierno del PP ha terminado en este país.

La situación económica sigue siendo dramática para millones de personas, que se enfrentan a circunstancias espeluznantes, como el no poder hacer frente a los recibos de luz, verse en la tesitura de tener que acudir a comedores sociales o bancos de alimentos para poder pagar sus hipotecas o alquileres, porque, de no hacerlo, se verán expulsados de sus domicilios, muchas veces en brutales lanzamientos de la policía, pagada por todos los ciudadanos, que los apalea porque defienden tan solo el interés de los bancos o los arrendadores, con frecuencia fondos buitre que compraron a precio de saldo viviendas sociales a ayuntamientos o comunidades autónomas que facilitaron que algunos intermediarios, como el hijo de Aznar entre otros, hagan negocios en semanas que suponen lo que no ganarán muchos trabajadores a lo largo de su vida.  Cuando Raxoi y sus corifeos proclaman que la economía va bien lo hacen de sus propias economías y las de sus amigos oligarcas: los especuladores, los altos cargos de las empresas del IBEX, los dirigentes de la patronal y los políticos corruptos que son los que engordan sus cuentas, poco corrientes, a costa del sudor y la vida de los trabajadores.

Sin embargo, la realidad es muy otra. Según los datos del INEM el número de parados es de 4.512.153. Sin embargo, la EPA (encuesta de población activa, que es la que los organismos internacionales reconocen como dato fiable sobre los datos del paro), fija una cifra de 5.545.100 desempleados. Con semejantes cifras hasta el nada sospechoso de izquierdismo, el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, considera que “en España, aunque las cosas estén mejorando, no podemos decirle a la gente, ni a nosotros mismos, que la crisis se ha acabado. Lo honesto es decir que seguiremos con graves dificultades mientras el paro no baje a niveles normales. Estamos en medio de la crisis: esto no ha terminado”. Criterio que el presidente del Gobierno, Mariano Raxoi y su gente, no siguen. Allá donde tienen oportunidad de hablar cuentan que la crisis está superada y que, gracias a sus medidas económicas, este país es prácticamente la locomotora de la economía europea.

Nada importa a las gentes del PP que el número de parados alcance unas cifras espeluznantes, sobre todo entre los jóvenes, cuya tasa de paro supera el 53%. O que al cierre de enero hubiese tan solo 2.416.786 parados con derecho a prestación, lo que supone un descenso respecto al mismo mes del año anterior del 13,8%. Al tiempo, los últimos datos disponibles sobre contratación, conocidos esta semana, señalan que sólo un 8,6% de los contratos firmados en los últimos tres años eran indefinidos y que la mitad de ellos ni siquiera correspondían a jornada completa. En cambio, uno de cada tres, tenía carácter temporal y contemplaba un trabajo por horas. Los últimos datos de contratación contradicen así el optimismo del Gobierno en materia de empleo. Desde el inicio de la legislatura hasta finales del mes pasado se registraron 48.355.439 contratos, muchos de ellos con un mismo asalariado. Pues bien, de esa cantidad, sólo 4.160.776 tenían carácter indefinido, es decir, el 8,6%; mientras que el 91,4% restante (44.194.663) eran temporales. Ese sistema de contratación se traduce en salarios por debajo del mínimo de seiscientos euros y una explotación intolerable, que se traduce en contratos a tiempo parcial de cuatro horas, aunque luego los empresarios hagan trabajar, no ya jornadas de ocho horas, sino, incluso, de diez o doce y pagados con sueldos de miseria que mantienen a quienes los perciben por debajo del umbral de la pobreza.

Cuando descarada, o cínicamente, Raxoi y sus ministros hablan del fin de la crisis o de los buenos datos económicos mienten o pretenden reírse de los trabajadores, de los parados, de los desahuciados, de quienes no pueden pagar los medicamentos, y de los que no tienen para hacer frente al gasto de la calefacción, o incluso del agua, porque un bien que tendría que ser gratuito y un derecho inalienable también se ha convertido en un lucrativo negocio, como el sol.

Y mientras la gente muere en la calle de frío porque se quedó sin casa,  por la falta de medicación, o porque no puede calentar su hogar, tres millones de niños tienen problemas de nutrición y la desesperanza de no salir nunca del pozo de la miseria aqueja a más doce millones de personas, el Gobierno regala miles de millones las empresas de autopistas o a las compañías energéticas, permite que los oligopolios suban los precios tanto como quieren y con total impunidad, y los corruptos han dejado las arcas públicas en estado de caquexia. Para esos la economía va bien. Para los bancos que aumentaron sus beneficios en miles de millones mientras estafan a sus usuarios con igual impunidad o para los especuladores.

Esa es la economía que va de cine, la economía miserable del capitalismo salvaje, sin coto, sin controles y sin correcciones por parte del Estado. El ultraliberalismo que tanto gusta a los dirigentes del PP.

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